Imagina que recibes diez comentarios positivos sobre tu trabajo y uno negativo.
Esa única crítica se queda rondando en tu cabeza durante horas, incluso días, mientras los elogios se desvanecen como humo.
No es que seas pesimista… es que tu cerebro está diseñado así.

La ciencia lo llama sesgo de negatividad: una inclinación natural para dar más peso a lo malo que a lo bueno.
En la prehistoria, esto salvaba vidas: recordar el peligro (como la mordida de una serpiente) era más importante que recordar dónde crecían flores bonitas.
Hoy, sin depredadores acechando, este mecanismo se ha convertido en un ladrón de paz mental.

La buena noticia: puedes hackearlo.
La neuroplasticidad —la capacidad del cerebro de crear nuevas conexiones— permite entrenarlo para equilibrar lo negativo con lo positivo.

Tres estrategias respaldadas por neurociencia:

  1. 20 segundos de gratitud: cada noche, anota tres cosas buenas que te hayan pasado.
  2. Saborea lo bueno: cuando algo positivo ocurra, detente y disfrútalo mínimo 20 segundos.
  3. Contrapeso 3×1: por cada crítica, menciona tres cosas positivas sobre ti o la situación.

No se trata de negar lo malo, sino de darle a lo bueno el espacio que merece.
La próxima vez que revivas una crítica, recuerda: no es la verdad absoluta… es un viejo programa de supervivencia. Y puedes actualizarlo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *