Durante diez años, AT&T intentó abrirse paso en México como un huracán que prometía conexión, velocidad y competencia. Hoy, el gigante estadounidense alista las maletas.

Lo que empezó en 2015 como una apuesta millonaria por conquistar el segundo mayor mercado de telecomunicaciones de América Latina, termina en 2025 con un retiro que muchos veían venir, pero que aún así deja un eco de decepción, preguntas sin responder y promesas incumplidas.

La empresa está en proceso de evaluar seriamente la venta de su filial mexicana. De concretarse, esta operación podría superar los 2,000 millones de dólares, según fuentes internas cercanas al proceso. Aunque no hay un comunicado oficial definitivo, la intención es clara: AT&T busca replegarse de un terreno que nunca logró dominar.

A pesar de haber invertido alrededor de 8,000 millones de dólares en la compra de Iusacell y Nextel, así como en infraestructura para desplegar su red 4G, AT&T nunca logró convertirse en el referente que aspiraba ser. Enfrentó a un Telcel todopoderoso, una regulación complicada, márgenes de ganancia más estrechos de lo proyectado, y un mercado donde la fidelidad del usuario cuesta más de lo que las cifras proyectaban en sus oficinas en Dallas.

La salida no solo es una cuestión de negocios. Es también la historia de una desconexión: la de una marca que, aunque poderosa globalmente, no logró establecer un vínculo emocional ni práctico con el usuario mexicano. Una empresa que llegó con el idioma de la innovación, pero que nunca aprendió del todo a hablar el lenguaje de la cotidianidad nacional.

Y no es poca cosa lo que deja atrás. La compañía tiene más de 20 millones de clientes, una red de empleados, técnicos, distribuidores y centros de atención que ahora miran al futuro con incertidumbre. ¿Qué pasará con sus líneas? ¿Habrá continuidad en sus servicios? ¿Quién será el nuevo jugador en ocupar su lugar?

Este movimiento forma parte de una reestructuración más amplia. AT&T ya ha vendido activos en otras regiones del mundo y busca concentrar su fuerza en áreas más rentables y estratégicamente relevantes para su visión corporativa. México, con todo su potencial, dejó de ser una prioridad.

Para muchos, esta salida representa algo más que una decisión empresarial. Es una señal de que, incluso los gigantes, cuando no entienden los ritmos ni los matices de un país, pueden tropezar. Y en el mundo digital, tan veloz como volátil, una década puede parecer una eternidad… o una despedida prematura.

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